jueves, 24 de enero de 2013

Esa mañana. La voz bendecida.


ESA MAÑANA

 Parece que el lugar más diminuto
puede volverse el más interminable,
si tu sombra no tiene
a quien hablarle

 y el sitio preferido
tornarse inhabitable,
y el inevitable estío
de tu alma apoderarse
Entonces Gracias por la chispa
que dejaste esa mañana,
por sembrar la gota justa de calor
que en un mágico hechizo volvió llama
al más aterido desamor.


Caminar y volar no son lo mismo,
ayer ni caminaba ni volaba,
en un secreto
abismo reposaba

y la risa prometida
fue promesa quebrantada,
un ave de ceniza
con las alas lastimadas.


Entonces Gracias por la pluma
que dejaste en mi ventana,
a la espera de un papel inmaculado,
que de pronto dejó un rastro de palabras,
cuando andaba de esos vuelos olvidado.


La voz bendecida

-¿Estás bien?-sonó la voz bendecida en el minuto señalado, en la hora del vacío, entre las sombras del sueño y el desgano.

  Años atrás, durante una fría y soleada mañana de sábado del mes de junio, oí las mismas palabras por primera vez. Inesperadas, procedentes de un cielo de cristal, atravesando sin temor alguno la férrea cortina del silencio, derribando al dolor de un solo golpe, el más dulce y certero que hubiera podido imaginar. Y todo fue nuevo; la re-creación; el regreso a la vida sin necesidad del instinto; un big-bang más cercano a una suave cadencia musical que al inaudible y propio estruendo, o al estruendoso no decir nada. La risa perdida presintió caminos; la tibieza creció en la ventana. Quise decir gracias, y sin querer escribí una canción, la primera entre tantas.

  Ahora desearía hacer la misma pregunta, pero no se me ocurre cómo atravesar el cristal del cielo, la cortina del silencio y del dolor, esquivando lo racional para llegar sencillamente al corazón con las justas palabras, y la voz bendecida.

 

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