sábado, 2 de marzo de 2013

El Mago. La verdad evidente.


EL MAGO
 
 
Mago era su nombre y mago su apellido,
pero era más conocido por todos como El Mago.
Su oficio era de mago, con pases aprendidos
de un pasado no pisado, su mejor truco estar vivo.

Un saco de casa “Harapos”, zapatos marca “Agujeros”,
bombín tibio refugio de tres piojos y tres pelos.
Pasaba con su carrito bajo sol, lluvia o estrellas,
peculiar coleccionista de cartones y botellas.

Es mentira que te dije que la noche y el invierno,
despreciables conjurados sin piedad lo traicionaron,
debí decirte que un día, mientras jugaba a ser mago,
pronunció un abracadabra y desapareció del barrio.

Tenía mediodías de fueguito en la vereda
y de cacharros tiznados y de exóticas recetas.
El te daba las sobras de las sobras que le daban,
aunque siempre le faltaba lo que nunca le sobraba.

El sol le hacía cosquillas cuando lo hallaba tirado
donde el vino de las sombras de noche lo habían dejado.
Lo veía mago bueno, otras veces ogro huraño,
pero hoy solo recuerdo a aquel hombre lastimado.


La verdad evidente
 
No tenía pasado. El presente era algo tan simple, y complicado a la vez, como intentar seguir vivo cada instante, cada noche o en cada esquina. El futuro era un tiempo imperfecto que raramente incluía entre sus planes a seres de su laya, o de su “calaña”, como disfrutaba diciendo aquella menuda, anciana, y simpática vecina de enfrente, la misma que en una oportunidad, al ver desde la mirilla de su puerta a un niño armado con una peligrosa pistola de juguete, tomó el teléfono y marcó el número de las fuerzas del orden. El niño se parecía demasiado a mí.

Pero volvamos al protagonista de este relato. No podría detallar exactamente el lugar en el que vivía. Se lo podía ver en la calle, deambulando con su carrito cargado de verduras en un estado de maduración bastante avanzado, lo cual no impedía que formaran parte de humeantes guisos elaborados en una abollada y tiznada cacerola que hervía sobre un fuego alimentado de maderas que recolectaba por ahí. Su atuendo consistía en un traje raído de color gris oscuro, muy distinto, seguramente, al del momento de su lejana confección. Los zapatos eran negros, con escaso brillo, y abundantes orificios de ventilación. A veces cubría su escasísima cabellera con un sombrero o una gorrita con visera, según la ocasión. Siempre lo seguía algún perro, y no era raro verlo con una camada de gatitos entregados por algún vecino que no sabía qué hacer con ellos.
Su voz era áspera. Su paso lento, y algo encorvado, pero la mayoría de las veces ladeado, debido a los efectos provocados por la ingesta asidua de vino en caja, o en botella, o en cualquier tipo de envase continente; no tenía por costumbre discriminar. Creo que eran las suyas características suficientes para que al niño de la pistola de juguete que se parecía demasiado a mí, al principio, le infundiera temor cada vez que lo veía pasar.


Muchas cosas se dijeron respecto a él cuando se lo dejó de ver por las calles del barrio. Unos hablaron del cruel frío de una noche de invierno en plena intemperie; otros, de los estragos producidos por las duras condiciones de vida que le había deparado el destino. Hace pocos meses, alguien me aseguró que su falta había tenido relación con un oscuro suceso ocurrido años atrás, el cual había ocupado por mucho tiempo las páginas policiales de los diarios de la ciudad. Pero ninguna versión me resulta creíble. Como dice la canción; sin pasado, cansado del presente, y de un futuro tan poco confiable, recurrió a sus habilidades de Mago, y, aprovechando uno de sus tantos momentos de soledad, pronunció un simple “Abracadabra”, y listo, nadie por aquí, nadie por allá. ¿O es que acaso alguien se atreve a dudar de una verdad tan evidente?

3 comentarios:

  1. Excelente, como siempre Alejandro, veo tus publicaciones, tu música a traves de mansajes de Guillermo.

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  2. Soy la mamá de Laureano Fulco.

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  3. Estela, muchísimas gracias por tu comentario, es muy apreciado por mí, ya que este blog es una pequeña aventura, sobre todo cuando uno está acostumbrado a las métricas, rimas, y notas musicales. Te mando un abrazo.

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